Ana Gómez de León

Si el arte es sensibilidad, y la sensibilidad es conciencia, entonces es imposible no tomar en cuenta el entorno social en que vivimos. El fenómeno del arte contemporáneo se ha convertido en un reto fascinante en donde vemos la problemática que afecta al mundo de hoy; devastación ecológica, el calentamiento del planeta, el peligro de las emisiones de carbono, la violencia, terrorismo, tráfico de drogas, crimen organizado, polos de extrema pobreza, falta de educación, son temas recurrentes que son expresados en diferentes marcos conceptuales de los artistas globales en búsqueda de nuevos lenguajes. El arte contemporáneo, muchas veces es hueco, mudo, quizá expresa la nada, y eso también es aterrador.

Ana Gómez de León se plantea en su fotografía el anonimato como expresión en nuestra cultura urbana; la máscara como antifaz, que esconde un cúmulo de emociones. Así vemos nuestro entorno, las calles, los edificios como cajones múltiples, el metro, un hábitat deshumanizado. Sin embargo, y como quiebre, su sensibilidad estética se escapa como relámpago que ilumina y despierta en nosotros, el sentido de lo poético en ésta, nuestra cultura urbana.

Ana Gómez de León
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Si el arte es sensibilidad, y la sensibilidad es conciencia, entonces es imposible no tomar en cuenta el entorno social en que vivimos. El fenómeno del arte contemporáneo se ha convertido en un reto fascinante en donde vemos la problemática que afecta al mundo de hoy; devastación ecológica, el calentamiento del planeta, el peligro de las emisiones de carbono, la violencia, terrorismo, tráfico de drogas, crimen organizado, polos de extrema pobreza, falta de educación, son temas recurrentes que son expresados en diferentes marcos conceptuales de los artistas globales en búsqueda de nuevos lenguajes. El arte contemporáneo, muchas veces es hueco, mudo, quizá expresa la nada, y eso también es aterrador.

Ana Gómez de León se plantea en su fotografía el anonimato como expresión en nuestra cultura urbana; la máscara como antifaz, que esconde un cúmulo de emociones. Así vemos nuestro entorno, las calles, los edificios como cajones múltiples, el metro, un hábitat deshumanizado. Sin embargo, y como quiebre, su sensibilidad estética se escapa como relámpago que ilumina y despierta en nosotros, el sentido de lo poético en ésta, nuestra cultura urbana.